Veamos un ejemplo concreto. Durante mucho tiempo se atribuyó a Jan van Eyck el descubrimiento de la pintura al óleo. El maestro belga buscaba un producto que se secase a la sombra sin necesidad de poner al sol las pinturas.
Experimentando, con distintas sustancias, tanto en estado puro como mezcladas, al fin halló que el aceite de semilla de lino y el de nuez eran los más astringentes.
Mezclando los colores con estos aceites comprobó que salía un temple muy fuerte, que, una vez seco, resultaba impermeable al agua, y, además, confería tal intensidad al color, que le daba brillo sin necesidad de barniz. Era el siglo XVI. Y durante siglos se atribuyó al pintor flamenco la invención de la pintura al óleo.
En 2008, no obstante, se encontraron unas pinturas al óleo en unas cuevas que protegían los dos Budas gigantes de Bamiyán destruidos en Afganistán por los talibanes unos años antes. Los análisis de las muestras que se realizaron las dataron en... ¡el siglo VII!
En efecto, los científicos descubrieron que las pinturas fueron creadas empleando aceite de amapola o nueces. Es pues el ejemplo más antiguo de pintura al óleo en el mundo, aunque los aceites secantes ya los utilizaban los romanos y los egipcios, si bien solo como medicinas y cosméticos.
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