En 1874, Louis Leroy, un crítico de poco renombre, publicó un artículo en el que tildaba de "subjetividad infantil e indigna del arte" a un determinado cuadro. El cuadro era " Impresión, sol naciente ", de Monet. Los acólitos del pintor tomaron la crítica como un insulto e iniciaron una campaña para defender ese tipo de arte. No es un caso aislado. Poco antes, se había abierto una exposición de una serie de pintores desconocidos: Monet, Renoir, Degas, Pissarro, Cézanne... Todos, sin excepción, fueron rechazados por el jurado del Salón oficial, árbitro del buen gusto en las bellas artes. Apenas vendieron unas pocas obras y la muestra sólo fue visitada por 3500 personas. A pesar de ello, la muestra mencionada cambió la historia de la pintura y dio paso a las vanguardias. Estos días París celebra - por todo lo alto - una gran exposición el aniversario del movimiento impresionista. La innovación tiene estas cosas.