Hace no demasiado tiempo, en un vuelo a Las Vegas, una tripulante de cabina de pasajeros de Southwest Airlines sugirió a los pasajeros que, si antes de abandonar el avión al aterrizar, dejaban el cinturón de seguridad cruzado sobre el asiento, tendrían buena suerte en el juego. La gente rio y aceptó la sugerencia. Eso liberaba a los empleados de hacerlo. La broma ahorraba seis minutos de tiempo a la compañía. La empleada no pidió permiso para gastar esa broma. La hizo porque se sentía segura, confiada y no temía que nadie informara a nadie sobre un comportamiento no adecuado. Así que fue creativa y, al hacerlo, no solo “obtuvo” más tiempo sino que también mejoró el trato y la imagen de su empresa con los clientes. Lamentablemente, este tipo de comportamientos son una excepción. Según los expertos nada menos que siete de cada diez empleados, afirman no sentirse involucrados en lo que hacen. La cultura empresarial debiera avanzar hacia un modelo de autogobiern...