Jim Reid jugaba un partido de golf con sus amigos, cuando surgió en la conversación su afición al buceo. Uno de ellos sugirió a Jim, en plan de chanza, que podría bucear en los lagos del campo en busca de "tesoros".
Jim se tomó la idea muy en serio. Unos días después, se zambulló en las aguas de uno de los estanques del campo y allí encontró numerosas pelotas de golf. Tras examinarlas, comprobó que se encontraban en perfecto estado, supuso que podrían usarse de nuevo sin problema y que tal vez podría revenderlas.
Tras su inmersión, fue a ver al dueño del campo y le llevó una bolsa cargada con las pelotas que había recogido. El dueño le ofreció setenta y cinco centavos por cada una. Ese día sacó dos mil pelotas del estanque... Había encontrado su "tesoro".
Jim logró el permiso del dueño del club para volver a sumergirse en las profundidades de los estanques del campo con la idea de rescatar las pelotas de golf que los jugadores habían enviado allí durante sus partidos. Una vez tratadas, las pelotas (miles) las vendía de nuevo al club.
En un día, ganaba lo mismo que en una semana entera trabajando como inspector en un parque de atracciones. Jim, al ver el potencial del negocio, dejó su empleo y decidió concentrarse en buscar pelotas en los estanques de los campos de golf.
Jim se llevaba a casa las pelotas, las metía en la lavadora y las limpiaba. Aunque las pelotas hacían un ruido tan ensordecedor durante el lavado que sus vecinos lo denunciaron.
Jim tuvo, en ese punto, una nueva ocurrencia: decidió contratar a sus vecinos. Paralelamente también fundó su propia empresa, la Second Chance Golf Ball Recyclers.
Inicialmente él hacía todas las inmersiones, pero transcurridos unas semanas comenzó a cerrar tratos con muchos campos de golf por lo que se animó a contratar buceadores y más personal.
El modelo de negocio iba como un tiro. Y siguió creciendo. Durante diez años ganó mucho dinero y llegó a facturar más de un millón de dólares. Un tiempo después, vendió su empresa por más de cinco millones de dólares. En ese momento, con apenas cincuenta años, Jim decidió jubilarse.
Hay ideas que cambian la vida para siempre.
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