Inocente. Sin prejuicios. Sin experiencia. Sin miradas preconcebidas. Sin corsés.
Pensar en personas que sepan poco o nada de nuestro campo de actividad para resolver un problema no es una locura. Necesariamente tendrán que poner en juego esa mirada que se precisa para ser creativo. La mirada inocente del niño.
Simplemente, tenemos que pedir a esas personas que describan lo que ven, permitirles que hagan preguntas, que expresen lo que no entiendan y, por supuesto, escuchar sus sugerencias si las hacen.
Como mínimo, obtendremos una serie de miradas frescas, nuevas, diferentes que nos forzará a contemplar nuestro problema con otros ojos. Con unos ojos inocentes. Como la mirada de un niño.
Comentarios