Unos años después, en 2003, descubrió su función. Esos tramos repetidos eran un sistema con el que los microbios memorizaban a sus enemigos principales: los virus. Entre estas secuencias, los microbios incorporaban a su ADN el material genético de los virus, de esta manera, cuando regresaban, los reconocían y enviaban unas tijeras moleculares para destruirlos.
Más adelante, en 2012, la bioquímica Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier demostraron que podían usar diferentes ARN para cortar y editar diferentes ADN. En 2020, ambas fueron galardonadas con el Premio Nobel de Química por el desarrollo de un método de edición genética.
Había nacido la medicina CRISPR. Ahora la terapia basada en este tratamiento puede curar enfermedades sanguíneas. Existen también tratamientos muy esperanzadores en el tratamiento del cáncer.
La segunda generación de CRISPR ya cuenta con los editores de bases. Estos, en lugar de actuar como unas tijeras, son capaces de borrar una sola letra del ADN y sustituirla por otra. Algo sencillamente fascinante. ¿Aplicaciones exitosas? Leucemias muy agresivas.
Recientemente se han presentado las herramientas CRISPR de tercera generación, los editores de calidad, que permiten buscar una secuencia específica y sustituirla enteramente por otra secuencia que el científico elija. Se estima que existen 400 millones de afectados por alguno de los 7000 trastornos causados por mutaciones de un solo gen.
Científicos del MIT prevén que la medicina CRISPR mejore la vida de millones, incluso de miles de millones de personas, cuando se aborden con este tratamiento enfermedades comunes.
Un panorama muy esperanzador para iniciar el año.
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