El químico alemán Heinrich Diesbach, allá por 1700, estaba intentando crear una nueva fuente de pintura roja a partir de la cochinilla, cuando obtuvo un tono azul como resultado de la potasa contaminada que estaba usando. Ese azul, descubierto accidentalmente, se considera el primer pigmento sintético moderno.
Al principio, se empleó como colorante para teñir telas de los uniformes militares en Alemania, por lo que se conoce también como berliner blau. Sin embargo, su nombre más conocido es azul Prusia.
Este pigmento, azul Prusia, es significativo ya que fue el primer pigmento azul estable y relativamente resistente a la luz que se utilizó ampliamente tras haber perdido la pista sobre cómo realizar la síntesis del azul egipcio.
Los pintores europeos habían utilizado anteriormente una serie de pigmentos como el tinte índigo, el esmalte y el púrpura de Tiro que tendían a desvanecerse, y también el ultramar pero era extremadamente caro (hecho de lapislázuli). Los pintores japoneses y los artistas del grabado en madera tampoco tuvieron acceso a un pigmento azul duradero hasta que comenzaron a importar el azul Prusia de Europa.
Por ello, el tono azul Prusia pronto se convirtió en una referencia para los artistas del siglo XVIII y posteriores. Por citar un ejemplo, hasta Picasso, en su célebre periodo azul, tiene al azul Prusia como absoluto protagonista.
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