En creatividad, el valor de la intuición es incalculable. Intuir es percibir íntima e instantáneamente una idea o verdad, tal como si se la tuviera a la vista.
Intuir sugiere que las decisiones o, por lo menos, las acciones
pueden estar impulsadas por lo que se ve en idéntica medida que por lo que se
piensa. Mozart decía que la parte más importante de la creación de una
sinfonía es la de ser capaz de verla por completo, de un vistazo, en la mente. Es decir, el entendimiento puede ser visual además de conceptual.
En un famoso experimento, un mono se esforzaba por alcanzar un plátano colocado en las alturas de su jaula. En un momento concreto, el mono vio una caja en una esquina y no se limitó a percibirla, sino que se dio cuenta de lo que se podía hacer con ella. Con esto, su problema quedó resuelto.
De la misma manera, después de que Alexander Fleming viera realmente que el moho había eliminado las bacterias en algunas de sus muestras de investigación (en otras palabras, cuando se dio cuenta de la forma en que se podía utilizar aquel moho), fue capaz de ofrecer la penicilina al mundo.
Visionar una idea requiere tener el coraje de ver lo que otros no ven, lo
que supone tener la confianza y la experiencia de reconocer el valor que
tiene la intuición súbita.
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