"Los centros comerciales temen que las compras dejen de ser una experiencia", reza el titular de un periódico económico. El temor a las multitudes y el auge de la venta online parece que han modificado el escenario existente.
En mi opinión, los centros comerciales pueden estar, de momento, bien tranquilos. Acabo de recibir un pedido de uno de los mayores centros comerciales del país. Llega con tres días retraso sobre lo que ya me pareció un periodo de tiempo inusualmente elevado de entrega (tres días).
Recibir un pedido seis días después de haber formalizado la petición online fomenta la desconfianza y el descrédito en la compra por Internet. Es perfectamente comprensible que estén desbordados y que su cadena logística y de reparto padezca severas tensiones, pero nada de eso se me advirtió al formalizar el pedido.
No aprovechar las oportunidades que se presentan es algo que una empresa no debería permitirse.
Mientras tanto, el panorama que preveo en los centros comerciales depende de cómo evolucione la pandemia y de sus secuelas económicas. Es bastante posible que acaben convirtiéndose en puntos de recogida de autoservicio como las tiendas mayoristas o se transformen en centros logísticos para el reparto a domicilio.
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