Tarde o temprano, los
vehículos autónomos llegaran a las carreteras. La norma común será sin duda los vehículos sin
conductor.
Ahora bien, ¿cómo se fijarán las pautas de comportamiento para que los coches se desenvuelvan en el tráfico (preferencias de paso, velocidades, adelantamientos…)?
Para responder a esta pregunta los científicos se han fijado en el vuelo de los pájaros.
Los pájaros se mueven por un simple conjunto de reglas que permiten que, a pesar de viajar en grandes bandadas, puedan llevar a cabo bruscos cambios de ritmo de forma instantánea y con total coordinación.
Usan para ello tres reglas principales: volar cerca de sus vecinos, no chocar con ningún miembro de la bandada y copiar la dirección y velocidad de los pájaros más próximos.
Al parecer, esas deberían ser las mismas reglas que definan el comportamiento de los coches autónomos. Aunque después pueden haber otras adicionales.
El comportamiento automático de los pájaros también puede explicar por qué se producen los atascos que, sin motivo aparente, constantemente provocamos los humanos. Si por una carretera transitan los suficientes coches, cualquier interrupción menor en el flujo del tráfico tiende a causar una reacción en cadena que se retroalimenta: un coche frena ligeramente, y los que están inmediatamente detrás frenan un poco más para evitar golpearlo.
En esta cadena de frenados con retardo se va frenando hasta que se produce una ola de tráfico frenado o detenido. Los coches autónomos, evidentemente, se verán afectados por este efecto ola. Aunque, por supuesto, reaccionan con una menor latencia, lo que cual provocará transiciones mas suaves entre cada unidad.
Una vez más la bilogía sirve como modelo en el que fijarse.
Ahora bien, ¿cómo se fijarán las pautas de comportamiento para que los coches se desenvuelvan en el tráfico (preferencias de paso, velocidades, adelantamientos…)?
Para responder a esta pregunta los científicos se han fijado en el vuelo de los pájaros.
Los pájaros se mueven por un simple conjunto de reglas que permiten que, a pesar de viajar en grandes bandadas, puedan llevar a cabo bruscos cambios de ritmo de forma instantánea y con total coordinación.
Usan para ello tres reglas principales: volar cerca de sus vecinos, no chocar con ningún miembro de la bandada y copiar la dirección y velocidad de los pájaros más próximos.
Al parecer, esas deberían ser las mismas reglas que definan el comportamiento de los coches autónomos. Aunque después pueden haber otras adicionales.
El comportamiento automático de los pájaros también puede explicar por qué se producen los atascos que, sin motivo aparente, constantemente provocamos los humanos. Si por una carretera transitan los suficientes coches, cualquier interrupción menor en el flujo del tráfico tiende a causar una reacción en cadena que se retroalimenta: un coche frena ligeramente, y los que están inmediatamente detrás frenan un poco más para evitar golpearlo.
En esta cadena de frenados con retardo se va frenando hasta que se produce una ola de tráfico frenado o detenido. Los coches autónomos, evidentemente, se verán afectados por este efecto ola. Aunque, por supuesto, reaccionan con una menor latencia, lo que cual provocará transiciones mas suaves entre cada unidad.
Una vez más la bilogía sirve como modelo en el que fijarse.
Comentarios