Si se habla de creatividad en cocina en seguida pensarás en Ferran Adrià. Un genio, sin duda. Pero los genios también necesitan ayuda y, lo mejor, la buscan.
Este es también el caso de Ferran Adrià cuando pensó que cocina y diseño precisaban de una mayor interrelación. Dicho y hecho. Adrià contrató al diseñador industrial Luki Huger cuya misión consistía en crear y desarrollar objetos y utensilios para la cocina, así como repensar la preparación de los distintos platos del restaurante.
Algunas de las ideas rompedoras que surgieron de esta colaboración fueron las pipetas de plástico con alimentos ensartados en ellas. La pipeta contiene una salsa que se inyecta a gusto de los comensales en los ingredientes.
También han sido relevantes la invención de unas pinzas que se pueden utilizar para comer jamón o que a veces sirven como cubiertos en un restaurante. Estas pinzas permiten coger los alimentos de una forma más sencilla que con los clásicos palillos asiáticos.
Igualmente Huger ideó la cuchara colador, con la que se comen los cereales, mojados pero sin el líquido, porque ha caído por los orificios de la cuchara perforada.
Suya también fue la idea del uso de las jeringuillas en la cocina. De hecho, en ese caso Adrià quería hacer caviar de melón, como si fuesen bolitas de caviar. El diseñador pensó que la mejor opción sería hacerlo con jeringas para que fuesen cayendo una a una. Fue el comienzo de las esfericaciones y el nacimiento de la denominada cocina molecular.
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