En el brainstorming convencional (a veces reformulado como
"ducha de ideas") se invita a los participantes a compartir tantas
ideas como sea posible. La creencia subyacente es que un flujo libre de ideas
en un grupo es probable que produzca más y una mayor variedad de ideas de lo
que sería posible para una persona en solitario.
Sin embargo, el psicólogo Michael West señala que los grupos
tienden rápidamente a experimentar el pensamiento grupal en el que las personas
influyen en las ideas de los demás y comienzan a pensar de manera muy similar,
limitando, por tanto, más que ampliando el rango de ideas que surgen.
En algunas culturas y contextos, las dinámicas políticas y
relacionales también influyen en lo que las personas se sienten dispuestas o
consideran apropiado contribuir a un grupo.
A la luz de esto, West propone que a veces es mejor invitar
a las personas a anotar tantas ideas como sea posible por separado antes de
compartirlas en un grupo y, si es necesario, compartirlas anónimamente si eso
hace que sea más aceptable hacerlo.
La técnica creativa de la "peor idea posible" de
Bryan Mattimore va un paso más allá y rompe la presión sentida para dar con la
mejor idea o la más acertada.
En cambio, invita a la gente (alegremente) a generar una
serie de ideas verdaderamente terribles ("ilegales, inmorales o
impracticablee") y luego los pone a identificar los atributos clave, es
decir, ¿qué los hace tan malos?
Si se combina con una lluvia de ideas inversa, se puede
invitar a los participantes a participar en actividades contraintuitivas tales
como intercambiar “¿Cómo podríamos resolver este problema?” por “¿Cómo podemos
empeorar las cosas?”
Ponerse a jugar de esta manera puede reducir la ansiedad,
alejar a la gente de los patrones de pensamiento tradicionales y generar
semillas de innovación que podrían ser transformadoras.
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