En el proceso creativo (también) es importante divertirse, disfrutar el proceso. Buscar ideas en un clima agradable, desenfadado, donde impera el humor y el positivismo favorece sin duda la aparición de ideas interesantes.
Ahora bien, al explorar en profundidad esas ideas que a primera vista parecían interesantes muchas veces llegamos a callejones sin salida, a concluir que aquellas ideas no eran tan estupendas como nos parecía o sencillamente resultan inviables (por distintas razones que, en general, tiene que ver con los criterios de viabilidad que rigen en la empresa: económicos, de impacto, temporales, etc.)
En esas situaciones, aparece la frustración. La frustración no es más que lo que experimentamos cuando obtenemos menos de lo que esperábamos. Es decir, está muy vinculada a las expectativas que teníamos previamente.
No estoy a favor de disfrutar del proceso, muy al contrario, pero al evaluar ideas conviene siempre ser realistas y recordar que es muy difícil concretar soluciones muy creativas a partir de un sola idea. La innovación es un camino largo y tortuoso.
Ahora bien, también es importante darnos cuenta de que esa frustración inicial podemos convertirla en fuente de cambio: cuando desechamos una idea la clave es sacar algún aprendizaje de ello. Aunque sólo sea que esa idea no funciona.
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