Cuando un grupo de personas se reúne en una sesión creativa, la mayoría de las veces lo hacen con la intención de resolver un problema que lleva tiempo gestándose. Es una acción reactiva.
En su desesperación por hallar respuesta al problema, muchos (en especial los "stakeholders") se centran en dar con una solución factible a la situación que tanta inquietud les despierta. El resultado de estas reuniones siempre suele ser frustrante.
Obviamente, estos encuentros no son Lourdes y, aunque hacerse con un montón de ideas no suele resultar difícil, operacionalizar dichas ideas en líneas de acción concretas y específicas lleva bastante tiempo y puede suponer una considerable cantidad de dinero.
Estar centrados en el fin, hace que los participantes minusvaloren el proceso lo cual provoca que, además de utilizar incorrectamente las técnicas creativas, se olviden de lo más importante: disfrutar del proceso.
Por supuesto, lo ideal sería anticiparse a los problemas antes de que estos se hagan grandes (la celebérrima proactividad), aunque hay que ser consciente de que por más que anticipemos nuevos escenarios nunca podremos preverlo todo.
Por eso, mi recomendación tanto en las sesiones creativas como en la vida misma es disfrutar del proceso. Sin duda es algo sencillo de comprender pero no siempre resulta fácil llevarlo a cabo.
¿Qué pasaría si durante el 2017 dejamos de obsesionarnos por nuestras metas y disfrutamos del camino?
¡Que disfrutes el 2017!
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