Archie Cochrane la describió como una terrible enfermedad que debilitaba a las personas y que corroía a las sociedades. La describió como "el complejo de Dios".
Los síntomas son claros: no importa lo complicado que sea un problema, la persona afectada por este complejo tiene la certeza abrumadora de que su solución es infaliblemente correcta.
Muchas veces, estas personas, se apoyan en atractivos Power Points o en suntuosas gráficas para decirnos que saben perfectamente cómo abordar ese colosal (y complejo) problema. Lo cierto es que la mayoría de las veces no tienen ni idea.
¿Cuál es entonces la clave? Tim Harbord cita "el ensayo y error" como la mejor estrategia para tener éxito. Una cosa que parece tan obvia, sin embargo, no está apoyada por las organizaciones ni por la sociedad.
Si así fuera, las escuelas enseñaráin a los niños que hay problemas sin respuestas. Los políticos reconocerían que no tienen ni idea cómo abordar ciertos desafíos gigantescos que afrontan (auque tal vez tengan algunas ideas para ver si funcionan...). Los directivos reconocerían que hay muchas cosas que no saben.
Resulta muy difícil admitir nuestra falibilidad. Es muy incómodo hacerlo. Y es mucho más sencillo cuando uno sencillamente hace la ley. Es decir, adoptar una posición y exclamar: "aquí, en este tema, yo soy un dios y lo entiendo todo. Ah! Y no me gusta que cuestionen mis opiniones o que pongan a prueba mis conclusiones".
El complejo de dios lleva a las organizaciones a resultados mediocres, a decisiones pobres y a equipos poco motivados.
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