La burocracia es una fuerza que se opone directamente a la inteligencia emergente. Fomentar el flujo
creativo implica a menudo luchar constantemente contra la burocracia. La burocracia se inicia cuando un directivo siente
que él o ella tiene que ejercer el control sobre algo. Por eso se crea un “punto
de control” para supervisar la calidad de una decisión particular - por ejemplo
una decisión de servicio al cliente que una tiene incidencia financiera menor.
Cada vez que una decisión pasa el punto de control, se
revisa. Si está fuera de las normas predeterminadas, se rechaza. La burocracia
es irreflexiva sobre la calidad de la excepción - o de la imperiosa necesidad de innovar.
Sólo conoce la forma de ejercer el control.
A
medida que una organización se convierte en burocrática, los “puntos de control”
adquieren vida propia. Esos puntos de control se convierten en cuellos de
botella. Las personas se irritan bajo un sistema que exige que las decisiones tengan
que cumplir con ciertas especificaciones, por lo que las personas más innovadoras
y con mayor talento se empiezan a desmotivar. La confianza del cerebro creativo
comienza a erosionarse. Los nuevos empleados que se incorporan tienden a ser
más mediocres. A medida que el talento pierde, se producen también más errores.
En este
punto, la burocracia comienza a florecer. Crece con el fin de ejercer el
control sobre el aumento de la mediocridad y el número cada vez mayor de errores.
Esto aleja aún más a las personas con talento. Antes de darse cuenta, la cultura
de la mediocridad se ha instalado en ese lugar. Como si de un virus se tratase,
la burocracia se ha adueñado de todo.
Los
directivos inteligentes son implacables al alentar a las personas a buscar las
mejores formas de hacer las cosas y a que tomen decisiones por su cuenta.
Toleran un cierto nivel de caos y de incertidumbre con la finalidad fin de
preservar y de fomentar la chispa creativa. Por encima de todo, luchan contra
la burocracia.
Por
ejemplo, el máximo directivo de una compañía de telecomunicaciones dijo a sus equipos
comercial e informático que modernizaran la web de la compañía sobre la base de
la información que habían recogido previamente de los clientes.
“No me
consultéis”, les comentó. “No consultéis a ningún miembro del equipo directivo.
Únicamente haced lo que creáis que es mejor”. Tres semanas después, la empresa
contaba con un prototipo de la nueva web en marcha y funcionando. Era
radicalmente diferente a todo lo que la empresa había hecho anteriormente. Pero a los
clientes la web les encantó. Debido a la disposición del directivo para
favorecer el flujo creativo, la web de esta empresa se convirtió en un nuevo e importante
centro de beneficios.
Comentarios
La única posibilidad es no prestar atención a ese contexto situación y hacer lo que esté en tu mano. Soy formador en empresas y, a veces cuando trabajo para otros, he tenido que impartir cursos que dejaban mucho que desear en el diseño, en la frescura o incluso en los conceptos a trabajar. Pese a no expresado mi opinión, se me instó a hacer el programa tal cual me habían indicado.
Pero te diré algo. Cuando cerraba la puerta e iniciaba el curso hacía lo que consideraba oportuno. Pensaba que lo peor que me podía pasar es que no me contrataran más, cosa que por cierto jamás sucedió.