Cuentan que, en cierta ocasión, Sherlock Holmes y el Doctor Watson decidieron ir de acampada campestre. Tras una copiosa cena y una botella de vino, decidieron dar por concluida la velada y retirarse a dormir.
Unas horas más tarde, Holmes se despertó y comienzó a sacudir a inseparable su amigo:
- Watson, mira al cielo y dime que ves.
- Veo millones y millones de estrellas, Holmes - constestó Watson.
- ¿Y qué deduces de eso?
Watson tras reflexionar un momento exclamó:
- Astronómicamente, me dice que dice existen millones de galaxias y miles de millones de planetas. Astrológicamente, observo que Saturno está situado en Leo. Temporalmente, deduzco que son aproximadamente las tres y cuarto de la mañana. Metereológicamente, sospecho que mañana tendremos un día precioso. Teológicamente, veo que Dios es todopoderoso y que nosotros somos una parte infíma e insignificante del universo. ¿Y a ti que te dice, Holmes?
Holmes, se quedó un rato en silencio y repuso:
- ¡Eres tonto, Watson!. ¡Alguien nos ha robado la tienda!
¿Dónde de equivocó el erudito doctor Watson? Simplemente, pensó demasiado. Ante la pregunta de Holmes pensó prácticamente en todas las respuestas posibles y relevantes a la pregunta formulada. Sin embargo, la respuesta más evidente le pasó por alto.
Desde luego, esta historia no tiene que ver con tener ideas creativas pero sí nos da alguna pista para resolver problemas o abordar retos y, por supuesto, subraya la importancia de fijarse primero en todo aquello que tenemos ante nuestras narices.
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