El mundo es cada vez más impredecible y difícil de anticipar. De ahí que cada vez las empresas puedan apoyarse menos en la planificación.
Sin embargo, esa es su acostumbrada forma de trabajar. ¿Qué hacer entonces? La clave pasa por una gestión eficiente de la información de forma que ésta permita corregir el rumbo de forma inmediata y evitar el colapso.
Ahora se requieren decisiones rápidas y eso aumenta las dudas de las personas que han de tomar esas decisiones. Desde luego esto también supone un cambio de paradigma. Antes, dudar era sinónimo de debilidad. Ahora, no.
Cuando tomamos decisiones, hemos de asumir la decisión y, llegados el caso, aceptar que nos hemos equivocado por error propio o debido al cambio del entorno y, claro está, ser capaz de corregir.
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