El juego es una necesidad básica en los niños pero también una de las experiencias humanas más ricas cuando somos adultos.
Jugar potencia la reflexión, la
búsqueda de alternativas o de salidas que favorezcan una posición, la
curiosidad, la iniciativa, la imaginación, el sentido común, ...
Uno de los componentes fundamentales del juego es la diversión, cuando jugamos (y nos dejamos ir) entramos en flujo (nos sentimos felices y de buen humor).
El ánimo positivo, por otra parte, pone en marcha una región del cerebro (la corteza cingulada anterior) que siempre se activa momentos antes de tener una idea.
Jugar conecta de lleno con el universo creativo.
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