El sargento Peláez (II)

El Sargento y Vargas se dirigieron a la planta sótano del edificio policial, lugar donde se encontraba la sala de identificaciones.

-    Mire Vargas, tenemos un problema -dijo el Sargento -. El caso es que tenemos tres sospechosos en la sala de identificación, que provienen de un extraño país del Este.

-    ¿Y cuál es el problema, mi Sargento? -dijo Vargas.

-    Pues que sabemos que éstos personajes, tienen una peculiaridad, O  SIEMPRE MIENTEN, O SIEMPRE DICEN LA VERDAD.  Y el caso es que sabemos que el asesino y violador es uno de ellos, concretamente un mentiroso.

-    ¿Pero entienden nuestra lengua? -preguntó Vargas.

-    Sí, contestó el Sargento.  Eso parece.

-    ¿Y porqué no se lo preguntamos directamente?

El Sargento, animado por la perspicacia demostrada por el novato en la prueba anterior accedió a su petición y entraron en la sala. Los tres sospechosos detenidos estaban puestos en fila, uno al lado del otro, debidamente esposados y custodiados por Carmelo, un policía grandullón conocido por "el verdugo", debido al delicado trato que dispensaba a sus clientes.

-    ¿Tú eres de los que mienten o de los que dicen la verdad? -le preguntó el Sargento al primero de ellos.

-    Sdkfdja skauth sdujuk, contestó el interpelado.

¡¡¡PLAFF!!!  Resonó el guantazo propinado por "el verdugo".

- Habla claro, cabrón, o te vuelvo a leer tus derechos - sentenció el grandullón palmeando varias veces sobre la defensa.  El interpelado, temblando y sudando dijo:

 -    SDKFDJA SKAUTH SDUJUK.

¡¡¡PLAF, PLAF!!!  Sonaron de inmediato un par de guantazos.

-    ¡Ha dicho que es de los que dicen la verdad! ¡Déjelo en paz y no le pegue más, que él no habla su lengua, sólo la entiende! -dijo el segundo de los detenidos, indignado por el trato que le estaban dando al primer interrogado y preocupado por el momento en que le tocase su turno.

-    ¡Tú, "guiri", vas a aprender a hablar cuando te pregunten!. - dijo "el verdugo dirigiéndose al segundo de los detenidos, que acababa de hablar, esgrimiendo la defensa.  El Sargento lo detuvo cogiéndolo del brazo y le dijo:

-    “Contrólese, Carmelo, ¿no ve que están colaborando?" -y dirigiéndose al segundo de los detenidos le dijo:

-    A ver, tú, que se te ve con ganas de hablar ¿qué tienes tú que decir al respecto? ¿Eres de los que mienten o de los que dicen la verdad?.

-    Yo, como él, -dijo señalando al primer detenido -soy de los que dicen la verdad.

-    ¡Sí, claro, cómo no! - dijo el Sargento con cara de incrédulo -¿Y tú? -le preguntó al tercero de los detenidos.

-    Yo soy de los que dicen la verdad.

-    Ya ve Vargas, parece que su idea no ha sido muy buena -comentó el Sargento. No parece que vayamos a sacar mucho en claro.  Poco menos que tenemos aquí a tres hermanitas de la caridad.

-    ¡Déjeme a mí, mi Sargento, y verá como hablan. Éstos sólo entienden un lenguaje! -dijo Carmelo, deseoso de utilizar sus métodos.

Entonces Vargas, viendo que el Sargento dudaba ante la invitación de Carmelo, dijo:

-    Mi Sargento, no es necesario. Ya sabemos quien ha sido.

-    Vargas, lo de las etiquetas ha estado bien, lo reconozco.  Pero esto no es un juego -le contestó el Sargento.

-    Nada de juegos, mi Sargento.  Sólo un poco de materia gris -sentenció el novato.

-    ¿Piensas explicármelo, o quieres tragar marrones un año entero? -le dijo el Sargento.

Cuando Vargas se lo explicó, el Sargento le dijo:

-    Vargas, veo que coincidimos.  Yo también lo pensé.  Llegará Vd. lejos si se mantiene en mi equipo.  Siempre lo he dicho, ¡la cabeza está para algo más que para llevar la gorra!.

Y aquí viene el reto creativo: ¿Qué explicación le dio Vargas al Sargento?