Contrariamente a lo que muchos piensan, no existe ninguna garantía que los los esfuerzos realizados en innovación se vean recompensados. Por eso, siempre es conveniente tomar varios caminos. En el mundo empresarial, algunas de las fuentes más utilizadas para tener ideas son las siguientes:
1) Innovación surgida en el laboratorio (aunque los descubrimientos sólo serán innovadores si después se encuentra una aplicación comercial)
2) Innovación a partir de las ideas que aporten los propios empleados (el estilo de dirección aquí es fundamental para potenciar el espíritu creativo)
3) Innovación a partir de la observación del usuario (el tan en boga "design thinking". Volveré sobre ello en otra entrada. Esencialmente y, si se me permite la expresión, tiene que ver con "vivir en Beta" )
4) Innovación inspirada en el análisis de lo que hace la competencia (también llamada innovación a partir del "benchmarking"; es decir, vender productos o servicios que ya se vendían antes pero hacerlo de una manera distinta. Por ejemplo, lo que hizo en su momento IKEA o Ryanair)
5) También se puede innovar "de compra o de alquiler". Aunque optar por esta alternativa, hace falta un cambio rotundo de paradigma.
6) Innovación abierta o participativa. Cada vez más relevante y más buscada por muchas empresas. Ejemplos paradigmáticos de este proceder son Wikipedia o Linux, entre otros. La dificultad principal aquí reside en cómo atraer a esas personas hacia lo que a la empresa le interesa.
El verdadero desafío consistirá después no sólo en crear valor a partir de la innovación, sino también capturar ese valor. En otras palabras, en retener los beneficios económicos derivados de esa innovación y en evitar (o, al menos, limitar) el que sean otros los que se aprovechen de ellos (imitadores, clientes, proveedores, ...).
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