Cierto día un hombre vio a su mujer preparando un “tall rodó” (plato típico de ciertos lugares consistente en asar una pieza redonda de carne ternera) en la cocina. Le llamó mucho la atención que, antes de poner la pieza de carne en la cazuela, la mujer recortaba las puntas de la carne con un cuchillo.
El hombre sintió curiosidad por ese hecho aparentemente innecesario y le preguntó sobre ello. La mujer respondió que así quedaba más bueno, más gustoso y además que su madre siempre lo había hecho de la misma manera.
Pocas semanas después el hombre tuvo la ocasión de comprobar cómo, efectivamente, su suegra también cortaba las puntas del “tall rodó” antes de cocerlo. Lleno de curiosidad preguntó el porqué. Su suegra también respondió con evasivas y finalmente zanjó el tema con la misma frase que su hija: "Mi madre, además, siempre lo ha hecho así".
Sin desfallecer, el hombre después de comprobar que la abuela de su mujer también recortaba la carne antes de cocerla, se atrevió a formular la misma pregunta en este caso a la abuela.
La respuesta de ésta fue directa y clarificadora: la razón por la que cortaba las puntas del “tall rodó” es porque el trozo de carne no cabía entero en la cazuela.
¿Cuántas cosas existen en nuestro trabajo (y en nuestra en vida en general) que hacemos de una manera determinada y, si lo pensamos bien, ya ni siquiera recordamos por qué empezamos en su día a hacerlas de esa forma?
Comentarios
:)
Si nos pusiéramos a revisar la cantidad de automatismos que rigen nuestra vida, seguramente nos asombraríamos. El cerebro es una estructura fantástica, pero cuando las rutinas o las conductas no son nocivas, tienden a crearse patrones que luego se estancan y automatizan.
Hasta que no tuve mi empresa, no me di cuenta de la importancia de los organigramas, imprescindibles para optimizar trabajo, tiempo y recursos. Ahí me di cuenta de que había acumulado inercias estúpidas, por puro habito adquirido.
¡Buena preguntita!
RZ
Gracias por tu aportación, RZ