Además de ser una de las formas de expresión más antiguas de la humanidad, el dibujo es casi siempre un vehículo espontáneo para la expresión de la creatividad y la fantasía. Leonardo prefería dibujar a escribir. Solía decir que un dibujo era mucho más eficaz que la palabra escrita.
El dibujo es un placer en sí mismo que, siendo niños, nos ayuda en la exploración del mundo. Sin embargo, a medida que crecemos, empezamos a buscar en los demás la aprobación y el reconocimiento del talento. Y es entonces, al volver la vista al exterior, cuando nos olvidamos de que el dibujo es, básicamente, una experiencia interior y una actividad espontánea tremendamente ligada a nuestro potencial creativo.
Distintas técnicas creativas ven en el dibujo un modo de conectarnos el lado derecho del cerebro, con una visión de las cosas, con unas habilidades y unos sentimientos que en muchos casos estaban dormidos en el pozo inagotable de nuestra creatividad.
Lo importante tanto al crear como al dibujar, al fin y al cabo, no es tanto la habilidad en sí misma sino la forma de mirar.
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