Explorar, experimentar, aceptar reglas (y cambiarlas), comprobar los límites... eso es el juego. Jugar implica, en primer lugar, tener la mente de un novato, de un principiante. Estar abierto, buscar patrones, probar cosas, equivocarse sin riesgo...
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Etimológiamente, la palabra proviene de un antiguo vocablo inglés (“plegian”), que significaba ejercitar, hacer ejercicio. Como verbo, “play” se define en términos de una actividad imaginativa - individual o grupal - que fomenta el descubrimiento y el juego. Como sustantivo, se refiere a una actividad involucrada en la diversión o la representación.
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En ambos sentidos, está tremendamente conectada con la puesta en marcha de una mentalidad recreativa y lúdica.
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Jugar, en su sentido más amplio, es la clave para potenciar nuestra capacidad para imaginar e inventar. Como consecuencia del juego, además, surge la diversión: un efecto positivo añadido que refuerza el proceso.
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