Un niño en edad escolar tenía una interesante teoría: afirmaba que las arañas podían oír con sus patas y decía que podía demostrarlo.
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Para probar su teoría, cogió una araña la colocó en medio de la mesa y dijo: "¡Salta!". La araña saltó. El chico repitió la demostración. Luego le cortó las patas a la araña y la volvió a colocar en medio de la mesa. Dijo de nuevo: "¡Salta!", pero esta vez la araña se quedó absolutamente quieta. "Ves", dijo el chico, "le cortas las patas a una araña y se queda absolutamente sorda".
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Todos recordamos casos de nuestra propia experiencia en que nos olvidábamos completamente de otras formas de ver nuestros resultados, de tan dominados que estábamos por nuestra propia teoría.
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Por eso, no conviene descuidar las formas de ver las cosas que están emborronadas por una idea dominante.
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