El primer retrovisor que se conoce en un automóvil nació en una pista de carreras, concretamente en el circuito Marmon de Indianápolis. A principios del siglo XX era una práctica común que en la parte trasera de los coches de competición se sentara un mecánico para vigilar a los perseguidores. En 1911, en las 500 millas de Indianápolis, Ray Rannoun no encontró ninguno dispuesto a acompañarle en la prueba, por lo que para ver a sus contrincantes se le ocurrió instalar un espejo en el coche. Tras muchas horas de reflexión, el Jurado de la competición le concedió permiso para llevarlo en su vehículo. Había nacido el retrovisor, que se posteriormente (1914) se comercializaría. Desde entonces el retrovisor es una pieza esencial para la conducción de vehículos a motor y por lo tanto un elemento fundamental en la producción de cualquier nuevo modelo. En tiempos de cámaras, radares, GPS y tecnología punta no se ha inventado aún nada que ofrezca una alternativa al retrovisor. Un simple espejo,
En 1874, Louis Leroy, un crítico de poco renombre, publicó un artículo en el que tildaba de "subjetividad infantil e indigna del arte" a un determinado cuadro. El cuadro era " Impresión, sol naciente ", de Monet. Los acólitos del pintor tomaron la crítica como un insulto e iniciaron una campaña para defender ese tipo de arte. No es un caso aislado. Poco antes, se había abierto una exposición de una serie de pintores desconocidos: Monet, Renoir, Degas, Pissarro, Cézanne... Todos, sin excepción, fueron rechazados por el jurado del Salón oficial, árbitro del buen gusto en las bellas artes. Apenas vendieron unas pocas obras y la muestra sólo fue visitada por 3500 personas. A pesar de ello, la muestra mencionada cambió la historia de la pintura y dio paso a las vanguardias. Estos días París celebra - por todo lo alto - una gran exposición el aniversario del movimiento impresionista. La innovación tiene estas cosas.