En unos días (31 de marzo), Discos Castelló cerrará
sus puertas para siempre tras constatar que la última campaña navideña (que en otros tiempos
había llegado a suponer el 30% de las ventas del año), no mantuvo el nivel
esperado.
Fundada por Antonio Castelló, quien en 1928 abrió un
puesto en el mercado de Sant Antoni en el que vendía discos de piedra, Discos
Castelló se convirtió en una marca ineludible al hablar de tiendas de discos en
Barcelona, un negocio familiar que fue capaz de tumbar a gigantes
globales como el Virgin Megastore y de hacer de locomotora de la calle Tallers,
convertida en un eje temático de tiendas de música míticas (Revólver,
Impacto o Daily Records).
Primero fue la grabadora de compactos doméstica, luego
el ‘top manta’, después las descargas y, finalmente, una
poderosa ola de fondo llamada nuevos hábitos de consumo (en 2008 apareció
Spotify, música en streaming a 9,90 € mes, que en aquel momento sólo tenía 2 millones
de canciones pero que seguramente apuntaba el inicio de lo que se avecinaba).
¿Demasiado generalistas? ¿Cambio de mentalidad
colectiva? ¿Falta de visión? ¿Fracaso al abrir nuevos canales de negocio? ¿El
streaming? Razones para justificar el cierre de este tipo de negocio pueden haber muchas. Ahora poco importa, al menos a Discos Castelló.
Somos cada uno de nosotros los que, si lo deseamos, debemos sacar
conclusiones…y aprender de lo sucedido. Ningún negocio ni ninguna persona está exento de la posibilidad de "desaparecer".
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