Este fenómeno ha inspirado a científicos a desarrollar agujas, diseñadas siguiendo los principios de la biomímesis, la ciencia que aprende de la naturaleza.
En este caso, los ingenieros observaron cómo los mosquitos insertan su probóscide - esa fina estructura con la que chupan sangre - sin que la víctima apenas lo note.
Lejos de ser una simple aguja, la probóscide del mosquito es una microestructura compleja formada por varios filamentos flexibles. Algunos de sus secretos son:
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Bordes dentados y vibración: las piezas bucales se mueven con pequeñas vibraciones, reduciendo la fricción al entrar en la piel.
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Diámetro ultrafino: su grosor es muchísimo menor que el de una aguja hipodérmica convencional.
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Saliva anestésica y anticoagulante: el mosquito inyecta compuestos que adormecen la zona y facilitan la extracción de sangre.
Inspirados por estos mecanismos, investigadores de la Universidad de Kansai (Japón) y de Harvard desarrollaron agujas que imitan la forma y el movimiento del mosquito. Estas nuevas agujas:
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Tienen microdentados en la punta para perforar con menos resistencia.
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Emplean materiales flexibles o multicapa que se adaptan al tejido.
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Incorporan microvibraciones controladas que reducen el dolor percibido.
Los resultados son sorprendentes: los voluntarios reportaron hasta un 80 % menos de dolor que con agujas tradicionales.
La aplicación de esta tecnología no se limita a las jeringas médicas. También se están desarrollando:
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Parches de microagujas para administrar vacunas sin pinchazos.
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Dispositivos médicos inteligentes que inyectan medicamentos automáticamente.
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Instrumentos de diagnóstico mínimamente invasivos para análisis de sangre rápidos y sin dolor.
La próxima vez que escuches el zumbido de un mosquito, piensa en que podría acabar con el miedo a las agujas.
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