Las grandes producciones musicales suponen un desafío logístico enorme. Por ello, los promotores que contratan estos conciertos muy a menudo tienen que encargarse del montaje de gran parte del escenario.
Después llegan los nueve o diez camiones del músico o del grupo en cuestión y montan el resto. Los contratos que se hacen para los conciertos son muy técnicos y contienen una cantidad elevada de especificaciones: número de enchufes, potencia de los mismos, peso a soportar por el escenario, tamaño de puertas para mover el equipo, amplitud del parking para sus vehículos ...
Los contratos también indican de forma estricta la disposición de elementos eléctricos para controlar los amperios de voltaje cada ciertos metros con el fin de evitar cortocircuitos, o la posición de los cañones de luz a más de 75 metros para no molestar en los ojos a los músicos, … El contrato final podía llegar a tener de varios centenares de cláusulas de términos técnicos y también legales (una versión de las páginas amarillas chinas, en palabras de David Lee Roth líder de la banda).
El grupo de rock Van Halen crió fama por incorporar una curiosa cláusula en sus contratos: la cláusula 126.
La cláusula en cuestión especificaba que en el backstage tenía que haber un bol gigante lleno de M&M de todos los colores, menos del color marrón.
El contrato señalaba que el grupo, en caso de incumplimiento, podría optar por la cancelación del concierto y el pago completo de los honorarios estipulados.
Lo que en principio muchos pensaron que era una exigencia absurda y caprichosa constituye, en realidad, una idea muy creativa para verificar el cumplimiento de un contrato técnico complejo.
La exigencia de la gira musical en fechas hacía materialmente imposible comprobar por parte de la gente de Van Halen el cumplimiento de todas y cada una de las especificaciones del contrato. De ahí la cláusula 126.
Lo primero que hacía el grupo al llegar al camerino era mirar si en el bol había M&M´s marrones. El incumplimiento de una regla tan trivial como esta señalaba una alta probabilidad de que se hubieran ignorado también cláusulas cruciales para la seguridad y el montaje del concierto.
Hoy en día, la "cláusula Van Halen" se utiliza en la gestión de proyectos y en escuelas de negocio como un ejemplo de control de calidad para verificar la lectura y el cumplimiento de un contrato, especialmente en entornos caóticos.
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