Muchas empresas ponen en juego una serie de hábitos, la mayoría de ellos inconscientes, que desgastan la iniciativa profesional, la proactividad y la eclosión de ideas. El más común es sobresaturar la acción. Esto sucede cuando el trabajo no se asigna a quien correspondería, sino a quien se lo saca de encima con más solvencia. Esto hace que las personas más competentes se vayan cargando de tareas y más tareas mientras que observan cómo compañeros suyos, que muchas veces ganan más dinero a final de mes, viven mucho mejor sin ninguna presión y con apenas exigencia. El segundo hábito es penalizar la acción, tan citado en este blog. Consiste en dirigir la mayoría de reprimendas a quienes hacen cosas y, consecuentemente, se equivocan. En ese entorno, por contraposición, suele existir una gran tolerancia a las personas que no arriesgan ni toman iniciativas. El tercer y último hábito consiste en burocratizar la acción. Es decir, llenar el camino de trámites ...
Personas. Productos. Procesos. Ambiente.