A William Stanley le gustaba hacer excursiones y muchas veces acampaba en el bosque. Notó que le iría bien contar con una botella que conservara bien el frío y el calor y se puso a pensar en cómo debía ser ésta.
William había trabajado en General Electric y aplicó sus conocimientos del acero, el aislamiento y las temperaturas hasta inventar una cantimplora aislante que patentó en 1912. Aunque creó su propia empresa, ésta fue vendida unos años más tardes.
En 2002 la empresa pasó a manos de una multinacional que empezó a desarrollar nuevos productos hasta que lanzó su denominada quencher, un vaso con tapa y pajita de poco más de un litro cuya base encaja perfectamente en los espacios que tienen los coches para las botellas.
En 2020 llegó a la empresa un nuevo presidente que procedía de Crocs, los conocidos zuecos de plástico. Su intuición le decía que el mercado tenía que contemplar sus productos como objetos de deseo. Y esa fue la estrategia que trató de poner en marcha. Se alió con una influencer a la que le encantaban los quencher y ésta vendió 10.000 termos en pocos días. Lo demás es historia.
La empresa empezó a desarrollar colores (más de 100), ediciones especiales, personalizaciones, complementos, etc. que han hecho que sus ventas se multiplicasen.
Se estima que ya se han vendido más de 10 millones de quenchers y hay mucha gente que no las usa, las colecciona.
Distintas campañas virales y el enfoque de un marketing centrado sobre todo en las redes sociales y en influencers han provocado colas y acampadas ante las puertas de las tiendas que vendían nuevas quenchers.
Un nuevo objeto de deseo.
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