Según Csikszentmihalyi, la creatividad se encuentra entre los tres vértices de un triángulo:
Necesitamos sin duda una persona creativa, aunque eso no es suficiente para que haya creatividad.
Dicha persona realiza un producto creativo en un campo o disciplina, pero para que haya creatividad, ese producto debe pasar a formar parte de esa disciplina, ser valorado e incorporarse como una contribución a la física, a la danza, a la tecnología, a la música o a la gastronomía y pasar a formar parte de la historia de estas disciplinas.
Si no es así, NO habrá creatividad, señala el autor.
¿Pero… quién decide esto? El ámbito. El ámbito, según Csikszentmihalyi, son los guardianes del campo; los expertos reconocidos en cada disciplina: el jurado de los premios Nobel, quienes deciden que tal novela merece el premio Planeta o que una determinada coreografía debe ser representada o que esa película debe obtener un Óscar o un Goya, por ejemplo.
Todo ello es la "Big creativity" o creatividad histórica. Las personas que han realizado esos productos son indiscutiblemente creativas.
Aunque muchos pensamos que también habría que hablar de la "little creativity", para no dejar fuera muchas producciones que merecen ser consideradas creativas dado que han aportado novedad y valor a un campo - aunque quizá no hayan tenido gran trascendencia - y a las personas que las han realizado y a muchos otros que son potencialmente creativos, aunque todavía no han tenido ocasión de ser reconocidos o ni siquiera lo han intentado.
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