Los pigmentos se
obtenían en boticas o directamente de las canteras. Los molían y los mezclaban
con aglutinantes y diluyentes. Pero con el tiempo la pasta colorida se secaba a
causa de la oxidación y eso hacía imposible
utilizar lo que había sobrado.
Hacia 1700 se
utilizaron las bolsitas de vejiga de cerdo para guardar la pintura. El artista
las perforaba para extraer los colores y luego las taponaba con algo parecido a
una chincheta. No obstante, esto era muy incómodo y poco fiable ya que a veces
las vejigas reventaban.
John Goffe,
pintor, inventó un sencillo tubo de estaño con tapón de rosca. Ello permitió el
almacenamiento de la pintura al óleo e hizo más fácil que los artistas pudieran estar horas pintando en el exterior. En el tubo, la pasta de color no se
secaba.
John patentó su invento en 1841 y eso le permitió amasar una considerable fortuna.
Comentarios