Las escuelas de Estonia están en la vanguardia de la innovación.
Desde 2010, los niños de 7 años, edad en que comienza la escolaridad obligatoria, ya aprenden a programar. Todos los centros escolares tienen formación continua para el profesorado en metodología y uso de las nuevas tecnologías.
Las escuelas estonias consideran que es fundamental ser imaginativas para atrapar la atención de unos alumnos que están habituados a los videojuegos y los móviles.
En las clases de Geografía, al explicar las diferencias en el clima, los alumnos usan las gafas de realidad virtual para trasladarse a Alaska o a Nigeria. En las de Historia, al tratar sobre el antiguo Egipto, pasean con ellas por el interior de una pirámide.
Aunque la experiencia de realidad virtual solo dura unos minutos; luego, los niños tienen que hacer otras cosas. Por ejemplo, un ejercicio consistía en visitar Suecia e Islandia. Los alumnos tenían que redactar unos folletos y argumentar la conveniencia de viajar allí. Lo primero es más vistoso, claro, pero los niños ya saben que solo es un primer paso en el aprendizaje.
El objetivo es lograr que los alumnos tomen parte activa en su educación. En las clases de Química hacen experimentos con realidad virtual. Mezclan líquidos. En Biología, una aplicación permite ensamblar huesos y construir un cuerpo humano.
La estrategia educativa del país ha sido consensuada por la gran mayoría de los partidos políticos hasta 2035.
No sorprende, en consecuencia, que Estonia haya logrado los mejores resultados académicos de Europa en el último informe PISA y se considere que el país está entre los primeros del mundo en las tres áreas de referencia con las que se elabora dicho informe.
Casualmente, al llegar a esta altura, llega a mis manos un artículo en el que un experto alerta de la creciente desafección de los jóvenes hacia la escuela en muchos países... Ilustra el artículo la foto que incluyo más abajo.
Nada que añadir.
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