Siempre ha sido así. A los innovadores se les oponen aquellos a los que les ha ido bien bajo las antiguas condiciones.
Esto sucede en todos los ámbitos: en el empresarial, en el científico, en el artístico, ...
El sistema a corto plazo es alérgico al cambio y recompensa a los que se aferran a lo establecido. Por eso, algunas innovaciones tardan tanto en implantarse.
La electricidad, por ejemplo, se descubrió en 1881 pero las fábricas no cambiaron procesos radicalmente hasta la década de los años veinte.
Sin embargo, la historia es categórica: la innovación (casi) siempre acaba venciendo a la resistencia al cambio y a las viejas creencias.
Seguramente por eso, Tesla vale diez veces más que la diez compañías de coches juntas.
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