Esta situación se ha confirmado con la aparición de la pandemia y, lógicamente, ha tenido un gran impacto en muchos sectores empresariales y económicos. Uno muy notable es el sector del taxi.
En mi ciudad, por ejemplo, apenas se ven taxis circulando por las calles. Las paradas, sin embargo, están repletas de esos vehículos esperando la llamada de un cliente. ¿Para qué callejerar en busca de clientes cuando la gente apenas sale ya a la calle?
En Nueva York, leo en un artículo, los taxis están funcionando al 10 %. Antes de que empezase la pandemia circulaban cada día más de 11.000 taxis por la ciudad, ahora apenas lo hacen 2.200. Tampoco se han recuperado las cifras de facturación que según estimaciones apenas llegan al 40 % de lo que facturaban antes del Covid 19. La situación en muchos casos es dramática, hasta el punto de que se han producido 11 suicidios.
Probablemente la cosa viene de lejos. Y la especulación también juega un papel relevante en todo este entramado. En Nueva York, como en otras tantas ciudades, se vendían las licencias para operar como taxista a precios de oro. Ahora nadie quiere comprar ninguna licencia, por lo que su precio ha bajado a prácticamente una décima parte de lo que antes se demandaban por ellas (de 1,3 millones de dólares a 150.000).
¿Será ésta una buena oportunidad para repensar el sector?
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