John Kellogg,
médico, trabajaba en un sanatorio. Especializado en fomentar hábitos saludables,
tenía la creencia de que casi todas las enfermedades
se originaban en el estómago y en los intestinos. Tal vez por eso también se encargaba
de preparar las comidas.
Un día, preparando la dieta
del sanatorio, surgió algo inesperado. Estaba cociendo una masa con cereales,
semillas y maíz, que después estiraba en tiras finas; cuando de repente le llamaron para atender a unos enfermos.
No
volvió a la cocina hasta el día siguiente. Entonces, se percató de que la masa que estaba haciendo el día
anterior ya estaba demasiado cocida e inflada. Aplastó la masa con un rodillo y el resultado fue una especie de hojuelas o escamas que tostó. Las probó y le gustaron, así que se la sirvió tal cual a los pacientes. Disponer de un presupuesto
muy ajustado también facilitó la toma de esa decisión. Transcurría 1894.
Lo demás es una historia de visión y de éxito hasta llegar a nuestros días. Una marca que da nombre a toda una categoría. No son pocas las personas que se
refieren a los cereales para el desayuno directamente como Kellogg’s.
Es verdad que el descubrimiento fue un accidente, pero también es cierto
que John supo verlo desde otro punto de vista, atisbar sus posibilidades y concretarlas en la práctica.
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