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Recurrir a la imaginación



La imaginación es una dimensión clave de la actividad mental. No todo acto imaginativo es creador, pero toda creatividad necesita de la imaginación

La imaginación creadora requiere percepciones que la estimulen (sin agobiarla) y una voluntad que la oriente (sin controlarla rígidamente).

A diferencia de la fantasía, que es una combinación errante de imágenes ya conocidas, la imaginación tiene un foco que la acoge y la aglutina.

Los seres humanos somos seres imaginativos. Todos. Sin excepción. Si dudas de esta afirmación, responde a la siguiente pregunta: ¿Has sido alguna vez niño/a? ¿Cuándo eras niño/a has jugado alguna vez (tal vez a lo mismo que están jugando los niños de la foto superior? Entonces caerás en la cuenta que, al menos, en algún momento de tu vida, estuviste en contacto con la imaginación.

¿Qué puedes hacer si has perdido ese contacto? Muy sencillo. Trabajar y desarrollar tu imaginación. Para ello, no existe un método único y universal, se trata más bien de ir derrumbando barreras.

Puede irte bien:

Relajarte. La imaginación ha de ser algo fluido y divertido, la imposición es justamente lo contrario a la fantasía. Adopta por tanto un enfoque despreocupado y deja la mente en blanco. Muchas veces,  el ruido mental nos impide escuchar la voz de la intuición.

No censurar tus ideas. Solemos ser muy críticos y exigentes con nosotros mismos, y por ello nos privamos de posibles ocurrencias brillantes. Así que cuando te  enfrentes a un desafío di todo lo que se te ocurra sin censura. Muchas de las opciones es probable que no tengan sentido, pero te ayudarán a empezar a pensar de un modo diferente.

Realiza actividades nuevas y al mismo tiempo divertidas, sin ningún propósito específico. Pinta, cocina, canta y baila mientras llevas a cabo esas tareas. En otras palabras, conecta con tu niño/a interno/a, él/ella sabrá qué hacer. 

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