- Siempre asumen que hay una mejor manera de hacer las cosas.
- Se centran en comprender profundamente las necesidades y deseos (declarados y no declarados) de los clientes.
- Colaboran a través y más allá de la organización, polinizando activamente.
- Reconocen que el éxito requiere experimentación, iteración rápida y equivocaciones frecuentes.
- Capacitan a las personas para asumir riesgos, expresar opiniones disidentes y buscar los recursos necesarios.
Parecen comportamientos asequibles, ¿verdad? ¿Cuál es entonces el problema? Muy sencillo. A los estudiantes y trabajadores se les enseña que existe una manera correcta de hacer las cosas. Que plantear preguntas y expresar disidencia es arriesgado.
A medida que las personas aprendemos estas reglas, los músculos de la innovación que habíamos tonificado durante nuestra niñez se atrofian. La innovación es, en esas circunstancias, prácticamente imposible.
Y ahí están muchas empresas.
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