Si te fijas, la mayoría de veces que criticamos algo lo hacemos en términos negativos (Por ejemplo, "Esta propuesta es demasiado cara"). Es decir, señalamos lo que tratamos de evitar (evitar gastos) en lugar de lo que deseamos conseguir.
Si transformamos la crítica en pregunta, las opciones de respuesta son totalmente diferentes y es muy improbable que la gente se sienta juzgada.
Si en vez de decir "Esto es demasiado caro", preguntáramos: "¿Cómo vamos a costearlo?" daremos a nuestro interlocutor la
posibilidad de entrar en los detalles del plan, en lugar de limitarle a
mostrarse en desacuerdo o discutir con nosotros.
Esta manera de obrar funciona en cualquier tipo de situación.
Formular este tipo de preguntas tiene el mismo propósito que una crítica, pero desde luego resulta mucho más productiva.
Fundamentalmente son preguntas sobre el “cómo”.
Las preguntas que empiezan con un “por qué”, presuponen a menudo otros juicios,
lo cual suele conducir a que la persona vea en ellas una crítica y, en
consecuencia, opte por ponerse a la defensiva.
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