Las
innovaciones pueden ser de cualquier tamaño, desde innovaciones incrementales (como
puede ser, por ejemplo, el dar un nuevo enfoque a un servicio existente) hasta
radicales (un cambio que afecta a múltiples partes de una organización e
incluso puede redefinirla).
Las
innovaciones incrementales no son necesariamente menos impactantes que las
radicales. Por ejemplo, en el campo de la salud, la incorporación de un lavado
minucioso de manos en las rutinas de los médicos, es una innovación incremental.
No toma mucho tiempo extra ni cuesta mucho dinero. Sin embargo, su impacto en la
reducción de las tasas de infección y en salvar vidas es incalculable.
Mil
pequeños ajustes pueden transformar un rendimiento mediocre en uno excelente.
Cuando los investigadores analizan cómo las organizaciones terminan dominando
sus industrias o campos, muchas veces encuentran un patrón de innovación
incremental continua durante un período de años.
Este
tipo de innovación permite a la organización aprender qué cambios están
funcionando y cuáles no, y ajustar su curso en consecuencia. Además, los integrantes
de la organización aprenden a incorporar el hábito de hacer pequeños cambios y
cosechar su valor, en lugar de contemplar la innovación como un inconveniente
ocasional y temporal, después del cual volverán a poner en juego sus viejos
patrones.
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