No pocos trabajadores se quejan de que sus jefes rechazan sus ideas y de que sus peticiones son ignoradas.
Una interesante investigación da unas pistas sobre el porqué podría suceder esta situación. En primer lugar, muchos jefes no tienen autonomía para cambiar las cosas. Se hallan dentro de estructuras de decisión centralizadas y en el fondo son poco menos que "meros intermediarios".
Por otra parte, aunque tengan facultades para actuar deben mostrar éxito a corto plazo. Eso es lo que esperan de ellos sus jefes.
Por todo ello, muchos jefes escuchan al empleado pero no hacen nada con sus ideas. Al final, los empleados deciden dejar de hablar con sus jefes para plantearles sus ideas y mantenerse en silencio.
Claro está que el silencio tiene un precio muy elevado si la empresa quiere o necesita potenciar de verdad la innovación.
Comentarios