Cuando las empresas forman grupos para generar ideas y luego ponerlas en práctica, sugiero que esos grupos sean transversales, es decir, una mezcla de altos directivos, mandos intermedios, personal de base e incluso becarios.
Obviamente, con tal composición siempre existe el riesgo de que los juniors cedan ante los seniors o que los seniors dominen y aplasten las ideas incipientes. Por tanto, el desafío principal es convertir a este grupo diverso de personas en un equipo que pueda pensar creativamente como iguales y encontrar soluciones a los desafíos de la empresa.
La creatividad es frágil si no se le da espacio para crecer. Todo grupo necesita acordar una manera de trabajar que permita que el germen de una idea florezca en acciones definitivas.
Por eso, cuando trabajo con estos grupos introduzco algunas reglas. Explico que todos tendrán la oportunidad de contribuir a cada discusión, y les pido que se escuchen atentamente, y sin interrumpir mientras alguien habla.
Luego hago que las personas practiquen los diversos elementos en parejas y en todo el grupo, utilizando temas de discusión relevantes para el tema que estamos trabajando. En un momento dado, también les pido que se interrumpan deliberadamente entre sí para demostrar cómo este comportamiento inhibe el pensamiento y la discusión constructivos.
Así, en un momento dado, y ya metidos en harina, intervengo cada vez que alguien interrumpe a un orador o usa la más mínima pausa para intervenir y expresar su opinión.
Cuando le enseñas a las personas este proceso, se relajan y no esperan, ansiosos por intervenir, el momento en que el orador se toma un momento de respiro en su discurso porque saben que tendrán la oportunidad de decir lo que quieran.
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