El paso más difícil hablando de creatividad es pasar de la idea a la práctica. En este punto, muchas personas vacilan a la hora de emprender acción. Pero, desafortunadamente, las ideas no generan valor hasta que las llevamos a la práctica.
Los "ejecutores" son aquellas personas que comprenden este extremo y se deciden por emprender la acción. Los "grandes ejecutores" son aquellos que persisten cuando otros abandonan.
Al parecer, los "ejecutores" más eficaces a menudo empiezan por poner en marcha una versión básica y simplificada de su producto o servicio. Con ella, comprueban si su producto es viable y si existen clientes que lo demanden. En otras ocasiones, prueban que su producto o servicio precisa de ciertos ajustes antes de que los clientes lo soliciten. Cuando esto sucede, los "ejecutores" no se desaniman. Y además utilizan un proceso que les ayuda a incorporar el feedback recibido y a desarrollar un modelo de negocio sostenible.
Empiezan con una hipótesis en mente (con ciertas asunciones), validan y comprueban sus hipótesis con clientes, miden los resultados (cómo acogen los clientes sus productos), aprenden (utilizan los datos recogidos para sacar conclusiones) y, si ha lugar, redefinen su producto o servicio inicialmente pensado y lo ajustan a lo que han averiguado que los clientes desearían.
Llevar una idea a la práctica es un proceso largo y complejo, y muchas veces conduce a caminos insospechados, incluso ni siquiera esperados por los que lanzaron la idea original.
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