Durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo de soldados polacos procedentes de un entorno muy humilde descubrió por primera vez la bombilla eléctrica.
Al acabar la guerra, desenroscaron las bombillas y se las llevaron a casa. Una vez allí, hicieron agujeros en el techo y colocaron allí las bombillas. Para su sorpresa, las bombillas no dieron luz.
Esta anécdota pretende ilustrar lo siguiente: las ideas nunca deberían ser las protagonistas, sino las personas.
Igualmente, las empresas deberían tener muy en cuenta las poderosas transformaciones culturales que se necesitan para que las mejores ideas arraiguen.
Nuevas formas de pensar, de decidir, de actuar...
Y es que, como decía Ralph Waldo Emerson, "antes de adquirir un gran poder, debemos adquirir la sabiduría para poderlo gestionar".
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