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Desorden y creatividad




La gente desordenada tiende a decir que en su desorden existe un sistema y que ellos saben dónde tienen cada cosa. Muchos incluso subrayan que ese caos les ayuda a pensar y a trabajar. 


Por descontado, seguro que hay personas que saben dónde está cada cosa dentro de su desorden. Aunque esto no es algo que pase siempre. También está la cuestión de que el orden de cada uno es algo muy subjetivo, ya que donde uno ve desorden es posible que existan ciertas normas en lo que aparentemente pueda verse como un caos.


Ahora bien, ¿existe algún vínculo entre el desorden y la creatividad? Muchos investigadores han trabajado para encontrar respuestas a esta pregunta. Al parecer, además de que este orden interno que con frecuencia suele existir entre un desorden aparente, tener las cosas fuera de su sitio puede estimular la creatividad porque el sistema es abierto y se presta a “surfear” buscando salidas, creaciones, soluciones, caminos.


Eso sí, aunque las personas creativas tienen tendencia a ser desordenadas, no todas las personas desordenadas son especialmente creativas. En otras palabras, desplegar los papeles por el suelo no nos va a convertir en genios creativos.


Por cierto, muchos de esos investigadores coinciden al afirmar que la tendencia a oficinas minimalistas puede suponer un freno a la creatividad. No es sólo de que no es tan factible el desorden, sino de que cada vez las personas cuentan con menos espacio propio.


Volviendo al tema principal, personalmente veo que el orden: favorece la armonía, la relajación, la eficacia en el rendimiento y el bienestar con uno mismo. Tengo por cierto que a nuestro cerebro le resulta agradable y por eso busca patrones, estructuras y normas. De hecho, eso queda patente con la célebre teoría de “los cristales rotos”: la limpieza y el orden promueven los comportamientos legales y morales, mientras que un ambiente desordenado puede llevar justamente a lo contrario.


Como tantas otras cosas, la clave probablemente esté en encontrar el equilibrio: Ciertas dosis de desorden pueden ser adecuadas para dar un toque de improvisación, de informalidad y de frescura a la vida. Y al revés: cierto orden externo facilita el orden y la disciplina mentales (un orden interno de las ideas y sentimientos). 

Al final, incluso hablando de creatividad, no hay más remedio que aplicar un método para llevar cualquier idea a cabo.

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