Tienen mala prensa. Muchos señalan que son perjudiciales puesto que además de los consabidos déficits de atención, la gente se engancha con facilidad a ellos y a no pocos los convierten prácticamente en autistas sociales. No soy quién para rebatir estas ideas pero desde luego los videojuegos presentan numerosas ventajas para acercar nuestro cerebro a la creatividad y a la innovación.
Mi perspectiva es que los videojuegos perfeccionan la estrategia de resolución de problemas, el aprendizaje de reglas (y también cómo saltárselas). Trabajan la concentración y potencian una alta tolerancia a la frustración puesto que cuando, en determinados juegos, "te matan" hay que convivir lo mejor que uno pueda con este hecho.
A pesar del consabido disgusto, uno se da cuenta de que todavía cuenta con unas cuantas vidas más por lo que si persiste (la cosa no puede quedar así) , tal vez decida superar esa dificultad yendo por un camino diferente, arriesgándose, sin saber si va a correr la misma suerte de nuevo. Esa iniciativa puede también puede acabar en fracaso, pero poco a poco un jugador de videojuegos precisa desarrollar una alta tolerancia a la frustración y convive muy de cerca con los errores, de los cuales siempre trata de aprender para que no se produzca el mismo triste final.
En el peor de los casos, uno descubre que - como en la vida misma - siempre se puede inicar otra partida (aunque sea con otro videojuego).
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