Las grandes ideas están sobrevaloradas. Suele ser la ejecución de las mismas lo
que marca si éstas triunfan o pasan sin pena ni gloria. Y aquí las nuevas tecnologías tienen mucho que decir.
Ellas hacen posible que una empresa de
nueva creación lance un producto disruptivo, abriendo nuevos mercados y
creando nuevas necesidades. El go to market se acelera, los
ciclos de vida comerciales se acortan. Antes, un invento disruptivo tardaba diez años desde que nacía
hasta que se convertía en un producto de masas. En la era digital, los
tiempos son diferentes.
¿Has oído hablar de la regla del 10 /10? Hasta hace poco tiempo era la regla que prevalecía (una terminología ideada por Steve Johson en su famoso libro Where good ideas come from). Todo avance que no sea una simple mejora tecnológica, decía, tarda 10 años en pasar de una idea a un producto final y otros diez en alcanzar el mercado de masas. Y la regla se fue cumpliendo inexorablemente hasta que llegó YouTube.
El portal de vídeo online lograr pasar de ser un mero concepto a superar los
30 millones de vídeos vistos al día en apenas dos años. Pasar de la
televisión analógica a la alta definición es una evolución, no una
disrupción: hay más píxeles, el sonido es más inmersivo, los colores son
más intensos. Pero las personas ven la HDTV de la misma manera que lo
hacían antes. YouTube, en cambio, alteró radicalmente las reglas. Uno ya no sienta y ve un programa, también puede subir sus propios
vídeos, recomendar contenidos a otros y debatir sobre éstos.
YouTube es significativamente más innovador que la televisión de
alta definición, a pesar de que ésta resuelve un problema técnico más
complejo.
Otras
innovaciones posteriores, como el Blu-ray, no han supuesto un cambio
suficiente en la experiencia de uso que haga posible un cambio en los
hábitos de las personas. Los portales de suscripción como Netflix (pronto en España), en
cambio, sí aportan un verdadero valor diferencial.
Auqnue los
ciclos se han acortado enormemente, es evidente que, en Internet,
estas limitaciones físicas prácticamente desaparecen. Los fabricantes de
coches, por ejemplo, trabajan para recortar a la mitad - de 3 años a 18
meses - el tiempo que tardan en convertir un concepto en un vehículo
comercial. En cambio, en el mundo digital, toda disrupción en
su propuesta de valor tiene una oportunidad.
Las nuevas tecnologías han democratizado la
innovación, pero el éxito depende del valor diferencial que aporte, de
la experiencia de uso y, por supuesto, de que el entorno sea el
adecuado.
Un entorno adecuado es aquel que reúne las condiciones previas para
hacer posible el despegue de una nueva innovación. YouTube, por ejemplo,
no habría sido posible antes de Flash y del boom de las conexiones domésticas de banda ancha.
Desde luego, un mismo producto puede fracasar en un momento dado, y triunfar años
después. Apple sacó a la venta en 1993 el PowerCD,
un reproductor que permitía leer discos de audio, fotos y archivos de
datos. Contaba con un mando a distancia y se podía conectar a un
ordenador, un equipo de música o la televisión. La Macintosh TV (primer
intento de integrar televisión y ordenador) o la Newton Message Pad
(considerada la precursora del iPad), ese mismo año, fueron otros inventos
fallidos de Apple.
¿Sabes que hace décadas que existen los coches voladores? El primero data de 1973. Se llamaba AVE Mizar
y sus inventores incluso llegaron a cerrar un acuerdo con Galpin Ford
para venderlo. Por supuesto,
en el fracaso de este producto tuvo mucho que ver el hecho de que sus
creadores murieran en un vuelo de prueba.
Hoy, cuatro décadas
después, coexisten varios proyectos de coches voladores, ninguno de los
cuales tiene planes inmediatos de comercialización. Antes, habrán desarrollarse otras industrias, como el vehículo eléctrico y el vehículo
autónomo (muy avanzado, por cierto). El despliegue de estas industrias ayudará a crear el entorno
(infraestructuras, conectividad, regulación, etc.) que, algún día,
hará posible que los coches circulen por el aire.
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