Hace muchos años que la cocina traspasa cualquier frontera. Pero al hacerlo, muchos platos se simplifican y los habitantes de esos países hablan de que las tortitas sólo sirven para envolver un taco, piensan que en Italia todo es pizza y pasta o que una crepe es solamente un postre. Nada más lejos de la realidad... Pero hoy quiero abordar aquí el origen de los platos, o mejor dicho, de un plato muy conocido.
Como tantas otras cosas, el origen de muchos de muchos platos es muy curioso. Por ejemplo, la vertiente lujosa de las crepes, la crepe Suzete, nació de un afortunado y curioso accidente.
Dicen que el príncipe de Gales, quien posteriormente se convertiría en Eduardo VII a su llegada al trono, visitó el café París de Montecarlo. En un descuido, el joven maitre, Henri Charpentier, quien luego sería el chef de cabecera de Rockefeller, derramó jugo de mandarina sobre la crepe que estaba preparando para el príncipe. Después de un flambeado involuntario, el maite probó la salsa temeroso de que el postre se hubiese arruninado. Pero para su sorpresa, había creado un plato delicioso. Decidió servírselo al príncipe.
- "¿Cómo se llama el postre?", preguntó el príncipe.
- "Son crepes princesse", contestó Charpentier.
- "No, son crepes Suzzete", sugirió el futuro monarca.
Suzete, cuenta la leyenda, era una niña de diez años que lo acompañaba en la mesa.
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