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El mito de la innovación casual



En 1891, un profesor de educación física llamado James Naismith inventó el juego del baloncesto cuando clavó dos cestas de melocotón en la pared de un gimnasio. A sus alumnos les encantó el juego. Auque había un problema. Cada vez que un jugador encestaba la pelota en la cesta, alguien tenía que subirse a una escalera para sacar la pelota de allí. Eso suponía perder una importante cantidad de tiempo y arruinaba el flujo del juego.

Pero entonces sucedió algo. Tras muchos partidos, los fondos de las cestas de melocotón se hicieron tan débiles que se rompieron. Ello permitió que el balón cayera directamente al suelo.

Esta simple invención fortuita permitió que el juego se jugase de manera continua y sin interrupción y, con el transcurso del tiempo, dio lugar a una industria global multimillonaria que hoy conocemos como el baloncesto profesional.

El juego de baloncesto no es el único invento creado a partir de una pura casualidad. Muchos productos de éxito que tenemos a nuestro alrededor son también resultado de la casualidad. Los Post-It, el velcro, la penicilina, los rayos X y hasta las galletas de chocolate se inventaron por casualidad.

Saber que existen un sinnúmero de productos de éxito creados gracias a la casualidad, hace que uno se pregunte si las empresas pueden confiar en la casualidad para crear productos innovadores. La respuesta es no. La serendipia o casualidad como método de innovación, tiene un historial muy pobre. El número de productos que surgen a partir de la casualidad supone un ínfimo porcentaje del total de todos los productos.

Entonces, ¿por qué parece que haya tantos? Sencillamente: porque los productos que surgen de la casualidad son más memorables que otros. Leemos y oímos hablar de ellos en los medios de comunicación con más frecuencia. Por eso, recordamos más los ejemplos de productos casuales que de otros inventos. Así que nos engañamos cuando creemos que deben estar inventándose a un ritmo mucho más alto. Sencillamente esto no es así.

Volvamos de nuevo al ejemplo del baloncesto. ¿Y si James Naismith hubiese seguido una línea de pensamiento que lo llevase a eliminar los fondos de las cestas de melocotón desde un buen principio? Si lo hubiera hecho, habría visto el beneficio inmediato.

Nunca lo sabremos a ciencia cierta. Pero, ¿en qué confías tú? ¿En el puro azar? ¿O prefieres tener un método que conduzca a estas mismas invenciones de una forma sistemática ?

Si te tomas la innovación en serio, te aconsejo que confíes en las probabilidades, no en “los dioses”. Aunque sin duda es muy divertido leer la historia de la invención de productos debido al azar, no permitas que eso te distraiga de la utilización de un enfoque sistemático. De esta manera verás aumentar tu producción creativa.

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